19 marzo, 2024

Tras los episodios dedicados a la creación de las últimas cuatro décadas y a sus fondos latinoamericanos, el Museo Reina Sofía ha presentado hoy el tercer capítulo de la reordenación de su colección permanente, proceso que culminará el próximo noviembre. Se trata de Pensamiento Perdido: Autarquía y Exilio, un recorrido a través de aproximadamente trescientas piezas realizadas por un centenar de artistas entre 1939 y los cincuenta que se completa con abundante documentación relativa a quienes permanecieron trabajando en España en esa etapa y quienes lo hicieron desde el exilio.

Este apartado se desarrolla a lo largo de dieciséis salas de la cuarta planta del edificio Sabatini y, como las nuevas secciones de los fondos del MNCARS ya presentadas, cuenta con un nutrido grupo de obras que serán inéditas para los visitantes; la mayoría de ellas tienen que ver esta vez con la arquitectura, que gana presencia transversal en los nuevos discursos del centro.

Pensamiento Perdido comienza con imágenes vinculadas al triunfo nacional en la guerra: en la sala llamada La Victoria nos esperan el filme Ya viene el cortejo… (1939), de Carlos Arévalo, que documenta la entrada del ejército franquista en Madrid; un retrato de Ramiro Ledesma a cargo de Pancho Cossío y la serie fotográfica de Ángel Jalón Los artífices de la victoria en cielo, mar y tierra (1939). También testimonios de la arquitectura que impulsaría el régimen, como la maqueta y los planos de la que fue Casa Sindical de Madrid, hoy Ministerio de Sanidad, obra de Torres-Quevedo ejecutada bajo la influencia de las construcciones italianas de entonces.

Vista de la sala La Victoria. Museo Reina Sofía
Vista de la sala La Victoria. Museo Reina Sofía

El contraste llega en el siguiente espacio, que se ha titulado El Pan y la Cruz y remite a la pobreza posterior a la contienda, las cartillas de racionamiento y las vivencias de quienes conocieron la prisión. Se han reunido pinturas de Gutiérrez Solana, Aurelio Suárez y Godofredo Ortega Muñoz y también fotografías de Ortiz Echagüe o Benjamín Palencia sobre ruina y religión.

Y la tercera sala nos habla de vivienda social: contemplaremos el video de un NODO sobre el Congreso Eucarístico de 1952 en Barcelona, en el que se vertebró un plan de residencias para emigrantes de Extremadura o Andalucía, así como proyectos de planificación urbana y de pueblos de nueva colonización, como las Unidades Vecinales de Absorción Caño Roto de Madrid, de José Luis Íñiguez de Onzoño y Antonio Vázquez de Castro, y el conjunto de Viviendas del Instituto de la Marina de Tarragona (1949), de José Antonio Coderch, material este último procedente de la donación del archivo de este arquitecto realizada por su familia al Reina Sofía hace tres años. Otros trabajos aquí presentes habla de la idealización del campo frente a la atribución de peligros diversos a la ciudad, como la serie de dibujos El Blat de Guinovart; será muy posible recordar en este punto “Campo cerrado“, la exhibición que el Museo dedicó a explorar las relaciones entre arte y poder en los cuarenta, que remitía al medio rural como escenario fundamental de la reconstrucción en aquella década.

Vista de la sal El pan y la cruz, con trabajos de Ortiz Echagüe y Benjamín Palencia. Museo Reina Sofía
Vista de la sala El pan y la cruz, con trabajos de Ortiz Echagüe y Benjamín Palencia. Museo Reina Sofía

A continuación, en La vanguardia “frívola en la postguerra” se recogen expresiones de la primera modernidad alumbradas en época franquista: trabajos de Dalí (su Idilio atómico y uránico melancólico, nacido del impacto que le causaron Hiroshima y Nagasaki), Luis Castellanos, Farinyes, Santos Yubero o Ángel Ferrant. Contemplaremos, además, portadas de La Codorniz a cargo de Enrique Herreros, la serie La tauromaquia de la muerte del mismo autor, donada recientemente por su hijo y obras de Nanda Papiri, Francisco Nieva o Neville.

No faltan piezas de autores vinculados a la Escuela de Altamira, como Mathias Goeritz o Palazuelo; al Grupo Pórtico (Santiago Lagunas) y al imprescindible Dau al Set (Ponç, Cuixart, Tàpies y también Miró, residente en Barcelona durante su desarrollo). Encontraremos, además, algunas de las primeras experimentaciones artísticas de Delhy Tejero -su Composición abstracta de 1954 se muestra por vez primera-, Saura, Oteiza y Millares. La última sala del apartado dedicado a la autarquía recrea el pabellón que el citado Coderch diseñó para la Trienal de Milán de 1951, en el que pudieron verse obras de Miró, Ferrán o Guinovart; en la selección de sus contenidos participó el entonces imprescindible crítico Rafael Santos Torroella.

Vista de la sala La vanguardia "frívola" en la posguerra. En el centro, maniquí de Ángel Ferrant. Museo Reina Sofía
Vista de la sala La vanguardia “frívola” en la posguerra. En el centro, maniquí de Ángel Ferrant. Museo Reina Sofía
Vista de la sala Coderch y la nueva imagen de España. Museo Reina Sofía
Vista de la sala Coderch y la nueva imagen de España. Museo Reina Sofía

Respecto a la producción de los autores que trabajaron desde el exilio, su revisión comienza con la proyección de El éxodo de un pueblo, de Llech e Isambert; el Monumento a los españoles muertos por Francia de Picasso y fotografías de Robert Capa dedicadas a los campos de concentración de republicanos en el país vecino, que también serían dibujados en 1939 por Farinyes y Antonio Rodríguez Luna.

Parte de los retenidos en esos centros hubieron de conocer, después, los campos de exterminio nazis; fue el caso de Josep Bartolí y José García Tella, ambos representados igualmente en el recorrido. Veremos asimismo imágenes en las que los exiliados compartieron su desarraigo e incertidumbre o la violencia conocida, como las de Miguel Prieto Anguita y Luis Fernández, que abordaron la muerte como realidad del todo indisociable a la vida.

Cuenta con sala propia Josep Renau y su obra mexicana y también se destacan los proyectos arquitectónicos ideados en Latinoamérica por Martín Domínguez, Antonio Bonet Castellana y Sert. Se reivindica, asimismo, la figura del psiquiatra Francesc Tosquelles, que desarrolló en Francia sus teorías sobre la locura y la enfermedad mental imbricadas en un contexto lleno de desequilibrio y se estudian también los últimos coletazos del surrealismo en México de la mano de Breton, Remedios Varo o Diego Rivera.

Dado que México fue, además, destino de muchos artistas vinculados a la izquierda europea, contemplaremos las Estampas de la revolución mexicana (1947) del colectivo Taller de Gráfica Popular, creado para difundir las causas sociales revolucionarias y apoyo del exilio español. Algunos de esos autores que cruzaron el océano (Alfonso Rodríguez Castelao, Eugenio Granell) hicieron suyos elementos culturales de sus países de acogida relativos a indigenismo y folclore.

No todos los exiliados lo fueron por causas políticas: Esteban Vicente y José Guerrero marcharon a Estados Unidos buscando apertura cultural y ambos se encuentran también presentes en esta sección de la colección del Reina Sofía, junto a instantáneas de Helen Levitt, quien colaboró con Buñuel en sus documentales neoyorquinos favorables a la causa republicana, Cierra el conjunto un fragmento de Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, de Stanley Kubrick, que, en este contexto, anticipa lo oscuro venidero.

Vista de la sala Francesc Tosquelles. La política de la locura. Museo Reina Sofía
Vista de la sala Francesc Tosquelles. La política de la locura. Museo Reina Sofía

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