En 1937, dos años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y siete antes de la muerte del pintor ruso Wassily Kandinsky, el dictador Adolf Hitler organizó una muestra que, con la distancia del tiempo, parece ideada por un verdadero amante del arte. 567 obras de 112 artistas pasearon por varias ciudades de Alemania y Austria. Los más grandes exponentes de la vanguardia artística del momento estaban representados: Monet, Manet, Renoir, Pissarro, Gauguin, Van Gogh, Cezanne, Picasso, Modigliani, De Chirico, Chagall, Grosz, Kirchner, Matisse, Klee. Y, por supuesto, Kandinsky.
Sin embargo los dirigentes nazis no pretendían el deleite de la masa que subyugaban, sino mostrar lo que el «Führer» definió como «Arte degenerado». «Parece la obra chapucera de un niño sin talento de ocho o nueve años», adujo el sanguinario líder (proyecto de pintor en su juventud) ante la muestra de «Entartete Kunst» con la que pretendían mostrar la superioridad de los alemanes.
Pero antes de esa exposición, antes de que las piezas de un ruso colgaran en las paredes de una Alemania que se preparaba para la guerra en forma de escarnio, Wassily Kandinsky tuvo un largo camino hasta llegar a convertirse en uno de los «profetas» de la abstracción.
Con una formación nada habitual (estudió derecho y económicas), comenzó de forma tardía su carrera artística y no expuso en una gran sala hasta casi los 40 años. Era 1902 y todavía quedaban unos años para que llegara el momento de fundar, junto a otros compañeros, el «jinete azul» (1911), un colectivo con el que pretendieron llevar a nuevas cotas el incipiente expresionismo que surgía en Alemania.
Pero Kandinski tuvo que regresar pronto a Rusia. Allí estuvo durante la Primera Guerra Mundial y hasta 1921, donde contribuyó a las reformas del Estado que más cambió en ese tiempo. Sin embargo pronto volvió a Alemania, país en el que su arte era reclamado y admirado en los círculos intelectuales. Todavía quedaban muchos años para que Hitler ascendiera al poder. Alguno más para la exposición de la discordia.
La nueva vida de Wassily Kandinsky en Alemania vino precedida por otra escuela artística que cambió el Arte: la Bauhaus. Una escuela en la que Kandinsky ejerció de maestro mientras exploraba los límites de su pintura.
Pero el año 1933 se acercaba inexorablemente. Los nazis, con la república de Weimar absolutamente debilitada, iban extendiéndose por los poros del Estado como un cáncer irreversible. En ese tiempo los ataques contra los intelectuales de la «Construcción Estatal» que era la Bauhaus se tornaron furibundos y despiadados. Por fin la Escuela tuvo que detener su proyecto y Wassily Kandinsky escapar hacia el Oeste. Esta vez era París, la que ciudad que medio siglo antes fuera el origen del impresionismo, la que acogió al pintor ruso.
Desde allí tuvo que ver cómo Hitler y sus acólitos calificaban de «putrefacto» o «inmundicia» la abstracción de Kandinsky. Cómo años después organizaban la «Entartete Kunst» para despreciar todo lo que no tuviera que ver con la presunta racionalidad nazi. Kandinsky moría siete años después, en 1944, sin ver cómo aquellos nazis eran derrotados.
Fuente: ABC