19 marzo, 2024

 Los artistas que han expuesto en el centro denuncian opacidad, mala praxis, decisiones arbitrarias, falta de comunicación y falta de mantenimiento en las salas de exposiciones del centro cultural.

El Buero Vallejo es el centro más importante de Alcorcón dedicado a actividades artísticas y eventos culturales. Dispone de varias salas de exposiciones, teatro, salón de actos, a las que acuden multitud de visitantes de toda la zona sur de Madrid. 

Recientemente, artistas de diferentes regiones que han expuesto en el centro, denuncian ante este medio la mala experiencia y mala gestión que han sufrido a la hora de exhibir sus trabajos. Olga Artigas Ballesta, artista de Barcelona que se desplazó desde su ciudad hasta Alcorcón para participar en la exposición colectiva Más Aplausos. Relata que en el transcurso de la inauguración desalojaron de la sala a todos los artistas y al público, apenas media hora después de abrir el acto. “El arte es aire para respirar, una puerta abierta, un mapa sin fronteras. Algo que por lo visto no tiene claro el Buero Vallejo, tal como hemos vivido con su falta de empatía, tanto en la visibilidad como en la accesibilidad, indispensable en nuestra labor”. 

Olga Cruz, otra artista participante, nos cuenta que cuando llegó para inaugurar la exposición, uno de los responsables del Buero Vallejo le aviso de que tendrían que acabar antes. La razón aducida por los responsables en ese momento era que, ese día, sábado, se cerraría a las 19:30 horas porque no había espectáculo de teatro, contradiciendo el horario que figuraba en la página web del centro, donde informaba del cierre a las 22:00 horas. “Los artistas tuvimos apenas media hora para inaugurar la exposición e irnos, porque el centro se cerraba, sin considerar que se trataba el acto de la inauguración de la exposición, por muy dedicada que estuviera a los afectados por la pandemia de COVID19”. 

Rosa Gallego del Peso, Carla Nieto Carballo y Gonzalo Villanueva, se suman a esta denuncia pública manifestando que el trato recibido fue penoso y con malas formas. 

“A esta falta de comunicación e improvisación por parte del centro, también hay que sumarle el deteriorado estado de la sala, lleno de clavos de anteriores exposiciones, desconchones en la pared, ¿esto también lo tenemos que arreglar los artistas?”. Comenta Carla Nieto. “Los artistas lo ponemos todo, obras, esfuerzo, pagamos el traslado, y ni si quiera el centro se hace responsable si existen daños o robos, ¿para luego tratarnos así?”. Nos cuenta Gonzalo Villanueva. 

Rosa Gallego se queja de que a los artistas nunca les apoya nadie, siempre son los olvidados cuando son el principal tejido productivo: “Estas salas reciben un dinero público para ser gestionadas y nosotros, los artistas, no recibimos ningún tipo de contraprestación por nuestro trabajo, directamente trabajamos gratis para que el gobierno de turno pueda tener su programa cultural”. 

Rozando la censura 

Iván MIEDHO, otro artista que expuso de forma individual en el centro, relata que ha tenido que sufrir distintas acciones sin sentido por parte de la dirección. 

El mismo día de la inauguración le rechazaron el uso del salón de actos, previamente concedido para presentar el libro Musas, supuestamente por un defecto de forma en la solicitud. “Suerte que conté con un equipo maravilloso y pude hacer la presentación en la sala de exposiciones que tenía asignada.” Además, la exposición individual de Iván se mantuvo cerrada durante todo este tiempo bajo un cartel que solamente se abría por petición ciudadana. La única razón que le dieron fue que su obra tiene contenido explícito. “Esto es enfermizo y está muy cerca de rozar la censura. He expuesto estas mismas obras en centros destacados, como el Matadero de Madrid, y nunca he tenido ningún problema. Jamás se cerró ninguna puerta”. Iván MIEDHO manifiesta que tampoco le dieron una respuesta cuando solicitó el protocolo de actuación para estas situaciones, sencillamente no existía ningún documento o criterio formal establecido. 

Rocío García Beas, gestora cultural y comisaria de la exposición, apuntala que “La educación cultural, por desgracia, continúa siendo vetada y reforzada bajo un voto de silencio obligado por parte de las instituciones. Cerrar una exposición bajo demanda ciudadana no es más que un castigo subjetivo al artista por razones que escapan al verdadero significado y cometido de su obra.” Además, como ejemplo de buena praxis, Rocío alude a la obra El Jardín de las Delicias, pintada por El Bosco. Una obra que se exhibe públicamente en El Museo del Prado, sin trabas ni tapujos. Donde millones de personas (adultos, excursiones de adolescentes y hasta talleres para pre-escolar) se han recreado delante de ella. Si se aplicasen las mismas razones sin sentido que expone el CMA Buero Vallejo, la sala del Museo del Prado que la alberga, junto con otras obras del autor, debería permanecer cerrada bajo llave y con prohibición explícita de acceso. 

Precariedad cultural 

Los profesionales y artistas piden a las instituciones y la ciudadanía una reflexión y un replanteamiento del verdadero impacto de la cultura en la sociedad. Los artistas, a través de su obra, son los artífices de una buena parte del bienestar emocional tan necesario en los tiempos tan difíciles que nos está tocando vivir en la actualidad, siendo imprescindible que, al menos, se respete sus derechos como profesionales del mundo del arte. 

Hay que tener en cuenta que los profesionales del mundo artístico han sido fuertemente golpeados por la pandemia y que, sin una política cultural clara, con escasas ayudas que se asignan a este sector, muchos de ellos se ven obligados a trabajar en condiciones injustas poniendo en peligro su carrera y su esfuerzo. 

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