20 abril, 2024

La punta de lanza que nos trajo la sinestesia del azul y el perpetuo enigma del cuello del cisne, el gran nicaragüense Rubén Darío, tiene en su obra un lado oscuro. Y teniendo en cuenta que el Príncipe de las Letras Castellanas era un no parar de hablar de cielo azul, brillantes, rubíes, claridades, oros, encontrárnoslo también en las tinieblas, en las lóbregas avenidas de la psique humana, entre crímenes y sangre, satanes y vampiros, sobrecoge, y mucho. Sin embargo, es un hecho. El volumen recopilatorio de relatos Thanatopia y otros relatos compilado por H. Martínez Sanz y S. del Hoyo Bascuñana con el que vienen a homenajear a Rubén Darío y su obra en el Centenario de su muerte lo demuestra.

 

Se trata de un volumen que se abre con la rúbrica del nicaragüense y un retrato de su egregia figura diplomática y que recopila los cuentos, relatos, textos y algún artículo que muestran un Rubén Darío al que no estamos acostumbrados, pero que es tan real como el que siempre hemos conocido.

 

En la introducción, los compiladores afirman que el proyecto nace de una injusticia, la de haber marginado parte de la obra de Darío cuando «no es accidental la temática macabra, fantástica, fantasmagórica, de misterio y terror. La temática que hoy denominamos como Neosimbolismo o gótico». La Introducción es, de hecho, una demostración, a partir de la Autobiografía y el poco arsenal académico, de la filiación de Rubén Darío con la literatura gótica y decadentista decimonónicas, desde el niño aterrado por las historias que le relataban y que padecía terror nocturno, pasando por el adolescente que se inicia escribiendo epitafios, el hombre insomne y tanatofóbico que repara una y otra vez en hechos de fantasmas, sucesos misteriosos, leyendas y relatos del más allá, y cuyo final en este mundo fue de lo más macabro que pueda imaginarse, arrojando una sombra de leyenda misteriosa que nadie quiere dar por resuelta, aunque lo esté.

 

Rubén Darío fue un profundo admirador del genio del género, Edgar Allan Poe, y de Wilde o de Gautier, rondó el ocultismo leyendo a Blavatsky y frecuentando a Papus, así como gustó del espiritismo y la francmasonería junto a Leopoldo Lugones. Por ello se traen a colación estudios en libros y artículos que así lo atestiguan, además de la voz del homenajeado, y más si cabe, las de otros poetas que unen su genealogía literaria a él, como Octavio Paz.

 

No son sólo cuentos de terror o miedo, sino que, señala la Introducción, «son treinta y dos los cuentos que hemos creído conforman la mejor prosa de terror, fantasía, miedo, leyenda o misterio, ya lo sean por su tema o por su atmósfera». Y esto es lo que permite que entren a la vez relatos como Thanatopia, Nochebuena o A las orillas del Rhin en un mismo libro. Se trata, como decimos, de lo gótico, que por lo pronto no consiste sólo en concitar criaturas vampíricas, sino también en los ambientes y atmósferas, en la psicología más turbia del ser humano, su crueldad como en El perro del ciego, su pasión, su miedo, su fe rota, la heterodoxia y la blasfemia como La extraña muerte de Fray Pedro, que lo pueden arrastrar por el camino de los endemoniados, desde el asesinato al suicidio, que no pocas veces aparece en los cuentos; también estamos ante lo onírico, como La pesadilla de Honorio o en Cuento de Pascua.

 

Al fin y al cabo, el Modernismo dariniano sucumbe a la ruina decadente y al amor cruzado por lo sobrenatural, cede ante la angustia y lo macabro, se postra ante la sombría atmósfera de la muerte y su misterio. Pero nunca, o en muy contadas ocasiones, su nombre se ha ligado a los precursores góticos de la actual narrativa neosimbolista, junto a los Walpole, Beckford, Radcliff, Maturin, Potocki, Poe, Shelley, Le Fanu, Wilde, Rice o Lovecraft. Incluso se llega a mencionar a Horacio Quiroga, pasando de puntillas sobre el hecho de que al respecto, al cuentista uruguayo no le era ajeno el Rubén Darío más oscuro.

 

El libro trae en su seno también cuatro textos muy llamativos. Un artículo elegíaco dedicado a Oscar Wilde, habiéndolo conocido personalmente en París poco antes de su muerte; el ensayo que Rubén Darío escribió para Los Raros sobre Edgar Allan Poe; el ensayo Edgar Poe y los sueños de 1913; y el discurso a dúo (al alimón) en homenaje a Rubén Darío por Pablo Neruda y Federico García Lorca en 1933 con el que se cierra este volumen.

 

Con ello se persigue asentar la vinculación a la decadencia y la narrativa gótica, después de haber dado ya la filiación biográfica, al mismo tiempo que se une este volumen al eco de Neruda y Lorca, quienes vieron una injusticia en que Argentina no tuviese un monumento, una calle, una plaza, un parque, algo, dedicado a la memoria del Príncipe de las Letras Castellanas. El chileno y el español perseguían evitar un olvido cada vez más palpable. Ahora, dicho discurso se eleva más allá del hecho concreto (ya cuenta Buenos Aires con una Plaza Rubén Darío y el monumento “Canto a la Argentina”), para la universalización del nicaragüense con su literatura más olvidada y sus caras más desconocidas.

 

Junto a las voces literarias que ensalzan a Rubén Darío, la antología Thanatopia y otros relatos trae en su seno, como no podía ser de otro modo, una labor de ilustraciones oscuras acorde con el tono de los relatos, realizadas por el polifacético artista contracultural M.I.E.D.H.O bajo el título común Disrupted Mirror. Siete trabajos exclusivos que acompañan a los cuentos dentro de la atmósfera perturbadora de la imagen reflejada en un cristal roto. Precisamente eso significa disrupt, una perturbación en el reflejo, una interrupción de nuestra apariencia en el espejo, ese otro que a veces vemos como un extraño. Se trata de una nueva perspectiva que se suma al conjunto de series que al tema de la imagen que proyectamos y su deformación ha dedicado M.I.E.D.H.O. con títulos como Eidolon o Cuando decidimos convertirnos en un programa de televisión.

 

Thanatopia y otros relatos es una antología del cuento gótico de Rubén Darío y un escaparate de la visión que el poeta tuvo de lo gótico. Se convierte, por tanto, en un libro imprescindible, que entra con valentía precisamente en el hueco que otras antologías han dejado sin tocar, en la perspectiva que permanecía ignota sobre el gran Rubén Darío.

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