19 abril, 2024

Parece una gota normal, pero lleva en su interior una parte milimétrica de la memoria de la humanidad: las pinturas de Altamira. Hace tres años se captó por primera vez un fenómeno del que había evidencias —a lo largo de los milenios el 55% de las pinturas se han borrado—, pero que nunca se había contemplado a simple vista: cómo el agua arrastra pigmentos de las pinturas que decoran la gruta, que alberga uno de los conjuntos de arte rupestre más importantes del mundo. Este fenómeno se ha repetido en las primaveras de 2014 y 2015. Nunca había sido observado, lo que no significa que no hubiese ocurrido antes, aunque también puede ser la evidencia de una nueva amenaza que acecha al yacimiento.

La erosión por agua representa un peligro para la conservación de la cueva cántabra, patrimonio de la Humanidad de la Unesco, pero no el único: también está la presencia de microorganismos. El problema está en que los científicos no se ponen de acuerdo ni en sus causas ni tampoco en si la presencia humana influye sobre este deterioro de la gruta.

La conservación de este yacimiento ha regresado al centro del debate después de que el patronato anunciase la semana pasada su intención de estudiar la posible ampliación de visitantes —desde 2014 entran cinco personas por sorteo a la semana, tras 12 años de cierre—. El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, anunció por su parte que «en poco tiempo», las visitas iban a aumentar «de forma no grande, pero sí significativa».

«El peligro de la caída de pigmento no es a largo plazo, es un problema actual, real y grave», explica Sergio Sánchez-Moral, geólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y uno de los máximos expertos en la cueva, en cuya conservación ha estado trabajando hasta 2012. Sánchez-Moral, como sus colegas del CSIC Cesáreo Saíz-Jiménez, con el que elaboró un informe sobre Altamira para el Ministerio de Cultura, y Juan M. Vicent, experto en arte parietal y miembro de la Comisión de Seguimiento del Plan de Conservación Preventiva de Altamira, mantienen que hasta que no se conozcan las causas de los problemas, la cueva debería estar cerrada al público.

Nueva carta a la Unesco

El Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid se ha sumado a las críticas ante una posible ampliación de las visitas (y a cualquier entrada a la cueva que no sea por motivos científicos). En una nueva carta enviada a la Unesco, los prehistoriadores aseguran que «el plan de ampliación de las visitas a la cueva original no se sostiene ni en datos científicos ni en un reclamo social». «Una decisión del Patronato en este sentido favorecería el deterioro de las pinturas rupestres sin atraer más turismo», señala la misiva.

El equipo de conservadores del Museo ha propuesto por su parte al Patronato y al Ministerio de Cultura reunir a los expertos en arte parietal que mejor conozcan el yacimiento, unas 20 personas, para debatir sus problemas. Aunque la decisión de abrir o cerrar es política, y no técnica, y depende del Ministerio de Cultura y el Patronato, mantienen que debe tomarse desde el conocimiento.

El director del Museo de Altamira, José Antonio Lasheras -fallecido el pasado 27 de febrero, explicaba: «Las preguntas que más nos ocupan son las que atañen a la conservación. ¿Cuál es la causa que provoca que haya agua en el techo y que arrastre pintura al suelo? ¿Qué podría hacerse para impedir, evitar o minimizar esta pérdida de pintura? ¿Qué favorece y qué perjudica el crecimiento y la proliferación de las colonias microbianas del techo pintado? ¿Qué podemos aplicar para impedir o frenar su proliferación en favor de la conservación sin riesgos inadmisibles? Para empezar a intentar responder, creemos que sería adecuado reunir un reducido número de expertos en estas cuestiones en torno a una mesa». Esas preguntas esenciales para el futuro de la cueva no tienen todavía respuesta concluyente, aunque el objetivo del Plan de Conservación Preventiva del Ministerio de Cultura es estudiar a fondo lo que ocurre en el yacimiento.

Filtración o condensación

Un artículo del propio Lasheras, publicado dentro del libro The Conservation of Subterranean Cultural Heritage, editado por Cesáreo Sáiz-Jiménez en 2014, detallaba cómo los efectos de la erosión fueron observados por primera vez. «En abril de 2013 una mancha ocre era visible en el suelo. Agua de filtración o condensación en el techo había arrastrado el pigmento, que cayó en el suelo, provocando la desaparición de áreas milimétricas de las pinturas en cuestión. Durante el proceso las partículas ocres eran visibles en las gotas a simple vista». Esto ocurre en la sala de los bisontes, la llamada Capilla Sixtina del arte prehistórico.

Sánchez-Moral afirma sobre este fenómeno: «Si el proceso es natural, la cuestión es: ¿Por qué nunca había sido detectado en tiempo real desde que la cueva se cerró?». El agua puede estar provocada por filtración, pero también por concentración. En este caso, la presencia humana sí tendría una influencia. No hay una respuesta incontestable.

El otro problema son los microorganismos. Juan M. Vicent asegura que, en la comisión de seguimiento del 10 de julio de 2015, se informó de la presencia de hongos, especialmente nocivos para los pigmentos, en alguno de los equipos instalados en el interior. Vicent asegura que «los datos más recientes a los que el CSIC ha tenido acceso indicaban algunos problemas bastante inquietantes en relación con presencia de hongos y posibles efectos de la condensación en las pinturas, cuestiones que, por cierto, cuesta no poner en relación con la presencia humana». Cesáreo Saíz-Jiménez señala por su parte: «Insistimos en la necesidad de una conservación preventiva con un estricto control de los parámetros ambientales y de la cueva. La abundante concentración de esporas de hongos y bacterias en el aire de Altamira así lo aconseja, ya que estos microorganismos están a la espera de cualquier cambio que los favorezca para producir invasiones explosivas y difíciles de controlar».

Paulatino deterioro

El Plan de Conservación Preventiva, elaborado entre 2012 y 2014, mantiene que el lento y paulatino deterioro de las pinturas es inevitable y tiene que ver con procesos naturales, independientes de la presencia humana. Para los expertos del CSIC, las causas de los problemas que padece la cavidad no están identificadas y sí creen que pueden tener que ver con la presencia humana. «Los visitantes provocan que aumenten las partículas en suspensión y que se produzca condensación en el techo que puede provocar la corrosión del sustrato», señala Sánchez-Moral. «Emiten vapor de agua con la respiración y ese vapor de agua condensa porque la cueva está más fría (13-14ºC) que el cuerpo humano (37ºC)», añade.

Alfonso Muñoz, subdirector general del Instituto del Patrimonio Cultural de España del Ministerio de Cultura, que coordinó el Plan de Conservación, puntualiza que, por ahora, no hay ninguna propuesta concreta para aumentar el número de visitantes. «El programa de investigación amplió mucho el conocimiento sobre la cueva: siempre se había pensado que el principal problema era la acción de microorganismos conectada con la presencia humana, pero hemos descubierto que el problema es el agua de infiltración que va arrastrando pigmentos. Es la causa de que haya desaparecido el 55% de la bóveda», afirma Muñoz. Sin embargo, aclara que se trata de un plan flexible y que, según vayan cambiando los parámetros, puede modificarse el régimen de acceso. «En cualquier caso, los visitantes representan entre el 3 y 5% de la estancia en la cueva», prosigue.

Mientras sigue la polémica, se acerca la primavera, el periodo en que desde hace tres años se observa una gota que arrastra, milímetro a milímetro, una parte de nuestro pasado.

Fuente: El País

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