La primera muestra que el Museo Guggenheim Bilbao inaugura este año nos retrotrae a la etapa del fin de siglo, cuando la ciudad se ensanchó en lo urbanístico e industrial, convirtiéndose en una de las más prósperas de España, y aquel crecimiento se trasladó a su panorama cultural, en forma de pinturas que reflejaron los barcos y terrazas de su ría, las costumbres de su burguesía y de los aldeanos que acudían allí, la práctica de nuevos deportes, las fiestas populares o las faenas habituales en su puerto pesquero.
Son temas muy presentes en estos trabajos justamente los barcos y el mar, por su potencial artístico y también por su importancia para el comercio y la economía bilbaínos, y buena parte de los autores representados en esta muestra, comisariada por Kosme de Barañano, los llevaron a cabo bajo la influencia del Impresionismo y las vanguardias tras viajar a París.
La exhibición da fe de momentos diversos de la historia de Bilbao a través de murales pictóricos y se inicia contextualizando esas épocas de la mano de reproducciones fotográficas a gran escala y de la recuperación del escultor Paco Durrio, autor de una de las obras de arte público más significativas de la capital vizcaína: el Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga situado frente al Museo de Bellas Artes. Durrio fue, además, albacea de Gauguin, que le dejó sus pinturas antes de viajar a Polinesia y también prestó su estudio parisino a Picasso para que llevara a cabo sus primeras esculturas.
A continuación, nos esperan en el Guggenheim panorámicas bilbaínas de fines del siglo XIX a cargo de Adolfo Guiard, Ignacio Zuloaga, Anselmo Guinea, Manuel Losada y José Arrúe. Guiard se fijó en los buques fondeados en el río y en el mar desde la terraza de un balneario (habitualmente exponía estos trabajos la Sociedad Bilbaína, institución pionera en el apoyo a los artistas) y Zuloaga, Guinea y Arrue atendieron, sobre todo, a la burguesía ilustrada: jóvenes empresarios bilbaínos, a veces ligados al Kurding Club, que solían ser aficionados a la música y que desempeñaron un rol relevante en la consolidación de la Sociedad Filarmónica, la Academia de Música Vizcaína o la Orquesta Sinfónica. Para el Kurding Club encargaron pinturas que captaban el nuevo ocio de la ciudad o su entorno rural.
Mar y montaña también se contraponen en el recorrido de la exposición, en forma de pueblos marineros y aldeas de montaña, plasmados con paletas cromáticas muy distintas entre sí y también con relaciones de proporciones y linealidad diversas.
La mayoría de los artistas del momento invocaban el Cantábrico desde la voluntad de reflejar sus tonalidades y también queriendo subrayar su importancia para el comercio y la industria en esta zona. Veremos el retrato El marino vasco Shanti Andía, el Temerario de Ramón Zubiaurre; el tríptico Lírica y religión de Gustavo de Maeztu, que capta la conmoción popular ante la llegada de unos pescadores a tierra o escenas de cosecha y aldea como La siega, de Adolfo Guiard o Los garrochistas, Escena campera y Fiesta en el campo de Iturrino, estas últimas creados bajo la influencia del postimpresionismo y el fauvismo. Se cierra esta sección con el Tríptico de la guerra de Aurelio Arteta y con Tótem de Agustín Ibarrola, que representa como esculturas los instrumentos de un aldeano.
La tercera y última sala del recorrido ofrece visiones etnográficas del folclore vasco y documentaciones de las simbologías de sus bailes. Contemplaremos la obra costumbrista de Losada Don Terencio y Chango, El txistulari; En la romería de Aurelio Arteta, que refleja las danzas en las anteiglesias, o las recolectas otoñales de manzanas y la sagardantza en la producción de Jesús Olasagasti. No faltan tampoco las romerías plasmadas por Arrue, una en Bermeo y otra en Arracundiaga, respectivamente con el mar y con peñas al fondo.
Pone punto final a la muestra Danzas suletinas de José María de Ucelay, pintura que ofrece una visión enciclopédica de uno de los bailes más antiguos del País Vasco: la mascarada de Zuberoa, que implicaba a todo el pueblo y se remonta a la domesticación de los caballos.
“Bilbao y la pintura”
MUSEO GUGGENHEIM BILBAO
Avenida Abandoibarra, 2
Bilbao
Del 29 de enero al 29 de agosto de 2021