4 octubre, 2024

La primera muestra que el Museo Guggenheim Bilbao inaugura este año nos retrotrae a la etapa del fin de siglo, cuando la ciudad se ensanchó en lo urbanístico e industrial, convirtiéndose en una de las más prósperas de España, y aquel crecimiento se trasladó a su panorama cultural, en forma de pinturas que reflejaron los barcos y terrazas de su ría, las costumbres de su burguesía y de los aldeanos que acudían allí, la práctica de nuevos deportes, las fiestas populares o las faenas habituales en su puerto pesquero.

Son temas muy presentes en estos trabajos justamente los barcos y el mar, por su potencial artístico y también por su importancia para el comercio y la economía bilbaínos, y buena parte de los autores representados en esta muestra, comisariada por Kosme de Barañano, los llevaron a cabo bajo la influencia del Impresionismo y las vanguardias tras viajar a París.

La exhibición da fe de momentos diversos de la historia de Bilbao a través de murales pictóricos y se inicia contextualizando esas épocas de la mano de reproducciones fotográficas a gran escala y de la recuperación del escultor Paco Durrio, autor de una de las obras de arte público más significativas de la capital vizcaína: el Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga situado frente al Museo de Bellas Artes. Durrio fue, además, albacea de Gauguin, que le dejó sus pinturas antes de viajar a Polinesia y también prestó su estudio parisino a Picasso para que llevara a cabo sus primeras esculturas.

Adolfo Guiard. La ría en Axpe, 1886. Colección Sociedad Bilbaína
Adolfo Guiard. La ría en Axpe, 1886. Colección Sociedad Bilbaína

A continuación, nos esperan en el Guggenheim panorámicas bilbaínas de fines del siglo XIX a cargo de Adolfo Guiard, Ignacio Zuloaga, Anselmo Guinea, Manuel Losada y José Arrúe. Guiard se fijó en los buques fondeados en el río y en el mar desde la terraza de un balneario (habitualmente exponía estos trabajos la Sociedad Bilbaína, institución pionera en el apoyo a los artistas) y Zuloaga, Guinea y Arrue atendieron, sobre todo, a la burguesía ilustrada: jóvenes empresarios bilbaínos, a veces ligados al Kurding Club, que solían ser aficionados a la música y que desempeñaron un rol relevante en la consolidación de la Sociedad Filarmónica, la Academia de Música Vizcaína o la Orquesta Sinfónica. Para el Kurding Club encargaron pinturas que captaban el nuevo ocio de la ciudad o su entorno rural.

José Arrue. Regatas en el Abra. Alfonso XIII en el faro de Algorta, 1908. Colección Sociedad Bilbaina © José Arrue
José Arrue. Regatas en el Abra. Alfonso XIII en el faro de Algorta, 1908. Colección Sociedad Bilbaína © José Arrue

Mar y montaña también se contraponen en el recorrido de la exposición, en forma de pueblos marineros y aldeas de montaña, plasmados con paletas cromáticas muy distintas entre sí y también con relaciones de proporciones y linealidad diversas.

Aurelio Arteta. Eva arratiana, 1913. Colección Sociedad Bilbaína
Aurelio Arteta. Eva arratiana, 1913. Colección Sociedad Bilbaína

La mayoría de los artistas del momento invocaban el Cantábrico desde la voluntad de reflejar sus tonalidades y también queriendo subrayar su importancia para el comercio y la industria en esta zona. Veremos el retrato El marino vasco Shanti Andía, el Temerario de Ramón Zubiaurre; el tríptico Lírica y religión de Gustavo de Maeztu, que capta la conmoción popular ante la llegada de unos pescadores a tierra o escenas de cosecha y aldea como La siega, de Adolfo Guiard o Los garrochistas, Escena campera y Fiesta en el campo de Iturrino, estas últimas creados bajo la influencia del postimpresionismo y el fauvismo. Se cierra esta sección con el Tríptico de la guerra de Aurelio Arteta y con Tótem de Agustín Ibarrola, que representa como esculturas los instrumentos de un aldeano.

Gustavo de Maeztu. Lírica y religión, 1922. Colección Juntas Generales de Bizkaia © Gustavo de Maeztu
Gustavo de Maeztu. Lírica y religión, 1922. Colección Juntas Generales de Bizkaia © Gustavo de Maeztu

La tercera y última sala del recorrido ofrece visiones etnográficas del folclore vasco y documentaciones de las simbologías de sus bailes. Contemplaremos la obra costumbrista de Losada Don Terencio y Chango, El txistulari; En la romería de Aurelio Arteta, que refleja las danzas en las anteiglesias, o las recolectas otoñales de manzanas y la sagardantza en la producción de Jesús Olasagasti. No faltan tampoco las romerías plasmadas por Arrue, una en Bermeo y otra en Arracundiaga, respectivamente con el mar y con peñas al fondo.

Pone punto final a la muestra Danzas suletinas de José María de Ucelay, pintura que ofrece una visión enciclopédica de uno de los bailes más antiguos del País Vasco: la mascarada de Zuberoa, que implicaba a todo el pueblo y se remonta a la domesticación de los caballos.

José Maria de Ucelay. Danzas suletinas, 1956. Colección BBVA © José Maria de Ucelay
José Maria de Ucelay. Danzas suletinas, 1956. Colección BBVA © José Maria de Ucelay

 

“Bilbao y la pintura”

MUSEO GUGGENHEIM BILBAO

Avenida Abandoibarra, 2

Bilbao

Del 29 de enero al 29 de agosto de 2021

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