19 marzo, 2024

En el marco de una primera etapa en la renovación de la exposición permanente de sus colecciones, el Museo del Prado ha presentado su nueva propuesta de exhibición de sus fondos correspondientes al arte europeo del siglo XVIII, en las salas 19-23 del edificio Villanueva. Ofrece renovados diálogos entre disciplinas (pintura, escultura y artes decorativas) y quiere permitir al visitante la posibilidad de acercarse de manera más completa a la creación en aquel periodo.

Se han conjugado obras largamente expuestas ya en el Prado, como la Inmaculada Concepción de Tiepolo, y otras apenas vistas, como bustos de cera muy realistas y el recorrido es cronológico, desde los últimos años del reinado de Carlos II hasta la primera década del de Carlos III. Se ofrecen composiciones en dobles registros de altura, semejantes quizá a las presentes en los palacios españoles dieciochescos, y varias de las piezas han sido restauradas para la ocasión, como Familia en un jardín de Jan Van Kessel el Joven o La Sagrada Familia de Mélendez, además de algunos objetos ornamentales. En la pinacoteca se ha trabajado en este proyecto de septiembre a abril.

En la sala 19 se exponen enfrentados los retratos de Carlos II con armadura de Carreño de Miranda y el de Luis XIV por Rigaud, en referencia al escenario político europeo y a los cánones estéticos diferenciados, aunque conectados, propios de las cortes de Madrid y París. Acompaña a las imágenes de los monarcas una selección de obras vinculadas a la corte española en las últimas décadas del siglo XVII y en los inicios del XVIII, mostrándose cómo Felipe V buscó un equilibrio entre la conservación de la tradicional imagen de los reyes de la Casa de Austria y los nuevos tiempos. Se han situado también allí las estatuas ecuestres en bronce de los monarcas que protagonizaron el cambio de dinastía y dos pequeños medallones en bronce dorado que representan a Felipe V y a su esposa Mariana de Neoburgo, que han recuperado su formato original. Asimismo, el retrato de Familia en un jardín de Jan Van Kessel el Joven y La Sagrada Familia de Miguel Jacinto Mélendez, mencionados, se presentan en esa sala al público.

La sala 20, por su parte, ofrece una selección relacionada con la segunda mitad del reinado de Felipe V, en el que el gusto por el arte de corte galo brotó en Madrid de la mano de Jean Ranc, retratista oficial del monarca y de su familia, y de Michel-Ange Houasse, que renovó los géneros del paisaje y la mitología. También allí nos esperan dos obras de Watteau, representativas de la importancia del coleccionismo regio en el arte francés de entonces, y un relieve atribuido a Antonio Dumandré, uno de los escultores franceses traídos por Felipe V para participar en la decoración de diversos palacios, además de obras vinculadas al movimiento rococó.

La sala 21 nos traslada al reinado de Fernando VI y recuerda el gusto italiano dominante en Madrid entonces gracias a la presencia de Corrado Giaquinto, artista que antes de su llegada a la capital española ya había destacado en Roma. También de su maestro Francesco Solimena y de su coetáneo Sebastiano Conca, así como de Giovanni Paolo Panini, cuyas vistas de ruinas fueron muy apreciadas. Veremos además dos vistas de Nápoles en el momento del embarco con destino a España de Carlos III, a cargo de Antonio Joli, o dos consolas de la Real Fábrica del Buen Retiro con tableros de piedras duras y dos óvalos realizados con los mismos materiales y técnicas.

La sala 22 evoca ya la llegada a España de Carlos III, tras la abdicación del trono de Nápoles en su hijo Fernando, y el inicio del gusto neoclásico madrileño, impulsado por Mengs. Este artista retrató tanto a la familia real española como a muchos de sus parientes en otras cortes europeas, como Fernando IV, rey de Nápoles, bajo cuya efigie se ha dispuesto en el Prado una consola restaurada para esta nueva presentación, similar a la pintada en ese retrato.

Por último, en la sala 23 se hace referencia a la presencia en Madrid de Tiepolo y de sus hijos Giandomenico y Lorenzo, al servicio de Carlos III. Con ellos, el canto de cisne del Barroco europeo convivió durante la década de 1760 en Madrid con el nacimiento estilo neoclásico representado por el citado Mengs. También se recuerda que Venecia fue centro creativo en el siglo XVIII, con una Virgen con Niño de Francesco Trevisani, y que Bolonia sería centro neurálgico de una especialidad muy escasa: el trabajo escultórico en cera, de gran refinamiento y difícil catalogación. Se exhiben dos retratos atribuidos a Filippo Scandellari, que podemos ver restaurados por primera vez y destacan por su hiperrealismo.

Por último, Florencia está representada por la obra de Giovanni Camillo Cateni, con La zarza de Horeb en el momento en que Dios Padre se aparece a Moisés sobre una zarza ardiendo, el último de los doce grupos escultóricos en bronce de temática religiosa encargados entre 1722 y 1725 por Anna Maria Luisa de Medici a los mejores broncistas de aquel tiempo.

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