Cada vez que activamos una bombilla, encendemos el televisor o recargamos nuestro teléfono móvil él está ahí. O más bien, el recuerdo de su trabajo. Y es que el mundo moderno le debe mucho a Alessandro Volta, el ingeniero que en 1800 inventó la pila voltaica, la primera batería química de la historia.
El italiano anticipó una tecnología de la que, desde hace décadas, se ha convertido en un elemento crucial de la sociedad como son las pilas y baterías capaces de alimentar de energía a todo tipo de dispositivos. Los expertos dicen que la siguiente revolución la marcará el grafeno, que según el físico madrileño Francisco Guinea, «nos cambiará la vida».
Nacido en Como, una villa del por entonces Ducado de Milán, hace hoy 270 años —efeméride que Google recuerda en un nuevo «doodle»—, Volta tardó muy poco en decidirse a dedicar su vida a la electricidad. En contra de los deseos de su noble y acomodada familia, que querían que estudiara una carrera jurídica, el joven optó por las ciencias y, en 1774, con solo 29 años, fue nombrado profesor de física de la Escuela Real de Como.
Inicialmente se creía que el tejido animal era necesario para generar electricidad
Fascinado por la electricidad, Volta se volcó en encontrar aplicaciones prácticas a un fenómeno por entonces casi desconocido. En 1775 desarrolló una versión perfecionada del electróforo de Johannes Carl Wilcke, un aparato que permite transferir electricidad a otros objetos y generar electricidad estática.
En 1779 fue nombrado profesor titular de la Universidad de Pavía, donde conocería al hombre que le llevó a desarrollar su gran invento: Luigi Galvani. En 1780 Galvani observó que el contacto de dos metales diferentes con el músculo de una rana originaba la aparición de corriente eléctrica, y animó a sus colegas a comprobar su descubrimiento, al que llamó «electricidad animal» o «bioelectrogénesis». A Volta le fascinó la idea pero, al contrario que Galvani, defendió que la utilización de tejido animal era completamente innecesaria para la generación de energía eléctrica.
Durante los siguientes años, partidarios de una y de otra teoría se enfrentaron dialécticamente de forma casi continua. El final de la disputa llegaría en 1800 con la innovadora pila voltaica, que sentó las bases para la utilización masiva de la electricidad en el mundo moderno.
Magia a partir de discos apilados
La pila de Volta, que el científico dio a conocer mundialmente en una carta enviada al presidente de la Royal Society de Londres, consistía en una serie de pares de discos (apilados) de zinc y de cobre (o también de plata), separados unos de otros por trozos de cartón o de fieltro impregnados de agua o de salmuera, que medían unos tres centímetros de diámetro. Estos discos, al estar conectados en serie, tal y como representa el doodle de Google, permitían aumentar la tensión a voluntad.
El invento gozó de un éxito inmediato, ya que permitió el estudio preciso de la electricidad y logró superar las enormes limitaciones de los electróforos, abriendo la puerta a la era de la electricidad. Uno de los más impresionados por la batería de Volta fue el emperador francés Napoleón Bonaparte, que lo nombró conde y senador del reino de Lombardía, y le otorgó la más alta distinción de la institución, la medalla de oro al mérito científico.
Tras dejar plasmados todos sus descubrimientos en cinco volúmenes publicados en 1816, Volta se retiró a su ciudad natal, en donde murió en 1827. No obstante, su trabajo sigue siendo recordado hoy en día cada vez que utilizamos la energía a la que dedicó su vida: en honor de Volta la unidad de fuerza electromotriz del Sistema Internacional de Unidades lleva el nombre de voltio desde el año 1881.