19 marzo, 2024

La Cultura es sólo la piel de la manzana sobre un ardiente caos” (Friedrich Nietzsche Fragmentos Póstumos, 1883).

Quizás una de las frases que, más certeramente, puede acercarse a la materialización de algo tan complejo como lo es el concepto de Cultura.

Para Nietzsche quedaba claro que la Cultura era una de las últimas manifestaciones dadas en el ser humano, a través del desarrollo de su raciocinio. Su postura y reflejo del pensamiento venían dados por dos conceptos fundamentales en su filosofía: Metáfora y Lenguaje.

Haciendo un breve repaso sobre ambos, Nietzsche explicaba la Metáfora como sinónimo de verdad, pureza, naturaleza y desarrollo oriundo de los acontecimientos. Todo proceso llevado a cabo por las propias fuerzas que escapan a la evolución de la gnosis y a la implicación del ser humano en la modificación del entorno. La esencia primitiva de la naturaleza, de la primera percepción y asimilación intrínseca del hábitat y sus acciones.

Muy al contrario, el significado de Lenguaje era sinónimo de engaño y negatividad, de lo absurdo y lo contaminante. El lenguaje no era más que la modificación de la pureza en un segundo estado, un estado de transformación de las percepciones a través de la comunicación y, en consecuencia, la pérdida de la esencia de la Metáfora.

La Cultura no deja de ser un reflejo universalizado de la controversia del Lenguaje. Nietzsche critica la Cultura como último peldaño del Lenguaje Metafísico, ya que ésta sería el encubrimiento de nuestra auténtica naturaleza animal, del caos y de su movimiento natural.

¿Qué era la Cultura para Nietzsche? El éxtasis del Lenguaje en un estado global, agrupando hábitos y normas dentro de un sector específico. Es la ficción elevada a su máximo exponente, modificando la Metáfora según las corrientes artísticas y las inquietudes manifestadas en las diferentes épocas que dan nombre (y vida) a esa fracción social.

¿Es la Cultura, pues, una mentira? Tal vez no deje de ser ese mal necesario para hacer posible nuestra existencia.

La controversia que puede generar la propia palabra tiende a rizarse sin una explicación fácil de hallar.

¿A qué llamamos hoy Cultura? A unos hábitos vitales, o quizás a una serie de corrientes artísticas y sus aportaciones a través de los siglos. A la historia, a las inquietudes, incluso al café.

Quizás no estamos tan lejos de la percepción de Nietzsche acerca de una contaminación en el Lenguaje que desvirtúe cualquier acercamiento a la concepción lingüística de algo tan puro y exquisito.

Personalmente, creo que el significado de Cultura es algo que escapa a nuestro alcance perceptual como seres racionales, y quizás sea porque el hecho de encontrarnos en una evolución constante (de hábitos o de costumbres) recicla la propia percepción de Cultura; o tal vez porque no sabemos ni tan siquiera mirar dentro de nosotros mismos y hallar su pureza conceptual.

De lo que no cabe duda es de que nos hallamos en un continuo debate, queriéndole dar un sentido lógico, cuando existe la posibilidad de que no lo tenga y de que la Cultura como tal no necesite poseer una definición lógica y global a través de los diferentes idiomas o de los siglos.

Puede, simplemente, ser un concepto que nos acompañe como un Eco, como una máxima expresión de nuestros valores (los cuales, al estar en constante cambio evolutivo, no pueden definirse como tal en una sola frase).

Posiblemente no pueda ser pétrea e impoluta si nos empeñamos en hacer que dependa de un Lenguaje y, por consiguiente, deje de ser Metáfora.

Rocío García Beas

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