Fue protagonista, recientemente, de la primera instalación permanente de PLANTA (Balaguer) con su Ocean Without a Shore y ahora Bill Viola regresa a nuestro país, y a Cataluña (cuyo premio Internacional recibió en 2009), de la mano de la Fundació Catalunya La Pedrera. A partir de hoy y hasta el próximo enero, cuarenta de sus trabajos se muestran en la sede de esta institución y en varios espacios catalanes en el marco de “Espejos de lo invisible”, un proyecto que pone de relieve el grado de sofisticación alcanzado por el artista americano a la hora de emplear las tecnologías audiovisuales para representar esencias universales: lo fugaz de la vida, el sentido de la condición humana y lo que nos vincula al infinito.
Justamente el ciclo de nuestra existencia, el dolor, la búsqueda de redención o el devenir del tiempo son el eje de sus vídeos, que atrapan los sentidos del observador no para provocar un deleite estético sencillo sino para generar estados de ánimo derivados de la conexión con el propio interior. Sus filmaciones lentas no solo, y no principalmente, apelan a la vista y al oído, sino que sobre todo pretenden ser sentidas, sacar a la luz emociones profundas potencialmente comunes a todos. A ese fin sirven los movimientos, como decíamos ralentizados, de sus figuras y también la proyección continuada de experiencias plenas de símbolos y metáforas: nada hay solo físico en la obra de Viola; él mismo afirma que sus imágenes en movimiento viven en algún lugar entre la fluidez temporal de la música y la certeza material de la pintura.
Su producción es universal en sus intenciones, pero también atemporal en sus temas: conecta, con el espectador de a pie y con nuestra época, vivencias espirituales presentes en el arte o el misticismo pasados, y lo logra con enorme solvencia apelando a la fascinación de todos por lo intangible, tenga o no forma esa fascinación de capítulo bíblico. Sus imágenes beben de la historia oriental y de la occidental, de la tradición cristiana, el sufismo islámico o el budismo zen, influencias que, por otro lado, se han mantenido muy presentes en muchos artistas de hoy. Y en realidad, la mirada de Viola al clasicismo no es solo temática: también se refiere a lo formal, a tonalidades, gestualidad, mecanismos compositivos.
“Espejos de lo invisible” cuenta con el comisariado de Llucià Homs y Kira Perov y será la primera presentación extensa en la Ciudad Condal de la obra de Viola, que ha evolucionado en paralelo al desarrollo de las tecnologías del vídeo en las últimas cuatro décadas. Podrán verse desde trabajos tempranos, como The Reflecting Pool, datado a fines de los setenta, y creaciones más recientes, como las cuatro piezas que componen su serie Mártires, realizadas a partir de un encargo de la Catedral de San Pablo de Londres en 2014 y dedicadas a la tierra, el aire, el fuego y el agua y a la capacidad humana de soportar el dolor. Además de La Pedrera, los escenarios elegidos para exhibirlos han sido el Palau de la Música Catalana y el Teatre del Liceu en Barcelona, el Centro de Arte Contemporáneo Bólit de Girona, el Museo de Montserrat, el Episcopal de VIC y justamente PLANTA, el espacio de la Fundación Sorigué. Aunque el principal espacio donde han de desarrollarse los trabajos de Viola es otro: Me he acabado dando cuenta de que el lugar más importante donde mi obra cobra vida no es en una galería de museo, ni en una sala de proyección, ni en un televisor, ni siquiera en la pantalla del vídeo mismo, sino en la mente del espectador que lo ha visto. De hecho, solo es aquí donde puede existir.
La presentación de La Pedrera comienza y termina con obras protagonizadas por el propio Viola: Incremento (1996), donde el artista se muestra en primer plano en un monitor mientras un contador cuenta sus respiraciones (el límite de la cuenta es de 85 años) y Autorretrato, sumergido (2013), donde aparece flotando en el agua, con los ojos cerrados, aparentemente muerto pero en realidad dormido y sereno.
Entre una y otra, contemplaremos El quinteto de los sobrecogidos, sometidos a la emoción profunda que embarga toda la obra de Viola; el célebre Estudio para Aparición, resurrección desde una bañera que bebe evidentemente de pinturas del renacentista Masolino, o la también muy intensa Tres mujeres, en la que una madre y sus hijas atraviesan la frontera entre el más allá y nuestro mundo a través de una cortina de agua, antes de desaparecer sin remisión.
Tampoco faltan La habitación de Catalina (cinco pantallas dedicadas al paso de las cuatro estaciones por una estancia y al fin del tiempo) oLos durmientes, soñando en bidones de agua sin nunca despertar.
“Bill Viola. Espejos de lo invisible”
FUNDACIÓ CATALUNYA LA PEDRERA
Paseo de Gracia, 92
Barcelona
Del 4 de octubre de 2019 al 5 de enero de 2020