6 noviembre, 2024

Tras mostrar, durante los meses de junio y julio, obras en papel de nueve artistas internacionales (Karina Beltrán, Marta Beltrán, Javier Corzo, Siro Cugusi, Ofir Dor, Elad Larom, Mulugeta Tafesse, Juan José Valencia y Nuria Vidal), la Galería ATC abre la nueva temporada presentando un estreno en Canarias: el de la artista israelí Alona Harpaz, a quien algunos pudisteis descubrir en la pasada edición de ART MADRID, en el marco de la sección One Project.

En las últimas dos décadas, Harpaz viene cultivando una pintura figurativa y colorista que presentó por primera vez, hace dieciocho años, en la galería Sommer Contemporary Art de Tel Aviv. Cuando, tiempo después, Richard Prince contempló por primera vez la producción de esta autora en Art Basel Miami Beach explicó que sus pinturas podían considerarse un lugar de encuentro de Matisse, Polke, el punk… e incluso Kippenberger. Pero no solo: Creo que sobre todo me gustó la forma en que derramó la pintura y la aplicó en pequeñas cantidades.

En el fondo, los trabajos de la israelí están plagados de sutiles referencias: además de a los artistas citados por Prince, al Art Nouveau, implícitamente presente en la estructura de no pocas de sus composiciones, en los rostros maquillados de sus figuras, en su estética de aire glam y en toques naturalistas a veces pícaros y otras ligados a cierto simbolismo espiritual.

Si algo atrapa nuestra mirada ante las pinturas de Harpaz son sus colores intensos, a veces fluorescentes. Los aplica con acrílico, aerosol o pinturas industriales sobre lienzo y los combina por caminos muy personales, dando forma con ellos a las superficies planas y esquivando modulaciones canónicas. Conjuga asimismo líneas y manchas sin oposiciones y no reniega de puntuales incursiones en motivos abstractos, aunque el elemento fundamental de buena parte de sus imágenes suele ser una mujer que es también un símbolo: el de la feminidad de quienes son dueñas de sí mismas, en contraposición a visiones masculinas o vinculadas a lo exótico del género femenino, en la línea de las de Gauguin. Con esas figuras se relacionan algunos motivos florales, que enlazan tanto con las formas naturales modernistas como con la iconografía de los mandalas asiáticos, ya populares.

Junto a estas mujeres y esos elementos botánicos, veremos en ATC animales no domésticos, como cervatillos, lobos, búhos o monos, estos últimos relacionados en la mitología hindú con Hanuman, dios del poder y la fuerza. Así, enlaza la artista lo salvaje, aludido a través de una naturaleza cruda que escapa a nuestro control, con lo humano, ensalzando el dinamismo y la gracia de quienes viven libres. Su propia obra resulta intrépida, más que delicada: algunas de sus pinturas parecen inacabadas, como si hubiera decidido culminarlas en una segunda vuelta con mayor audacia.

La producción de Harpaz, formada en la Bezalel Academy of Art and Design de Jerusalén y en el International Center of Photography de Nueva York, se ha expuesto ya en la Hezi Cohen Gallery de Tel Aviv, la Nicole Klagsbrun Gallery de Nueva York, la citada sala Sommer Contemporary Art de Tel Aviv, la milanesa Alessandro de March Gallery, el Ramat Gan Museum, el Tel Aviv Museum y el Israel Museum y en Martin Gropius Bau y la Schau Fenster Gallery de Berlín.

Alona Harpaz. Candy Kim, 2020
Alona Harpaz. Candy Kim, 2020

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